Nuestro Estado Cojedes

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sábado, 28 de noviembre de 2009

UNA LUZ EN EL SOLAR DE LOS DIAZ

Las gotas de sudor bajaban copiosamente por su frente mientras María se apresuraba en preparar el almuerzo para su familia. El guisado de pollo, tan sabroso, con esa sazón que sólo ella podía darle; estaba casi listo. Las caraotas refritas y el arroz blanco, completaban el menú para esa tarde. Josiana su hija menor le ayudaba con el jugo de lechosa, cultivadas en el huerto familiar. Luisito su hijo mayor estaba encerrado en su cuarto, como siempre, enfrascado en su propio mundo, detrás de una muralla que nadie podía penetrar, sólo su madre.


En el patio, Ruperto, su marido, con un grupo de amigos, estaban todos ebrios inmersos en el tradicional juego de bolas criollas.

__ ¡Ah vaina María! ¿Cuándo va estar listo ese almuerzo? Mis panas y yo tenemos hambre... O qué ¿Acaso es pa’ la cena?

__ ¡Ya casi esta listo mi rey! ...Ahorita mismo te sirvo tu comida.

Ruperto era el tercer marido de María. Josiana y Luís eran fruto de su primer Matrimonio, ella enviudo muy joven, dos años después se casó por segunda vez pero Pirulo, (como todos llamaban a su segundo esposo) resultó ser un Don Juan, y su descaro llego al colmo cuando quiso enamorar a Josiana, así que el divorcio fué inminente.

Con Ruperto nunca llego a casarse, no deseaba por nada del mundo tener que pasar de nuevo por los tediosos trámites de separación.

María se apresuró a servir el almuerzo para su marido y amigos mientras Josiana servía las bebidas.

__ ¡Listo mi Rey! El almuerzo esta servido... ¡Vayan arrimando pues!

En el patio Ruperto discutía sobre quien había acertado el lanzamiento.

__ ¡Coño compadre! No me eches a perder el juego.

__ ¡Pero si mi bola esta más cerca del mingo, Compadre!... No me venga a hacer trampa.

__ ¡Bueno, Bueno! Vámonos a comer y después discutimos ese asunto.

Todos se acercaron a la mesa, pero Luís no quiso salir a comer, así que María le iba a llevar su almuerzo a la habitación.

__ ¿A dónde vas tú mujer con esa vaina?

__ Es que Luís está un poco indispuesto y no quiere comer aquí así que....

Ruperto volvió a interrumpirle:

__ ¡Pues que se aguante, aquí nadie tiene privilegios!... Si quiere comer que lo haga con nosotros como debe de ser ¡Carajo!

María sin reaccionar por un momento vaciló.

Ruperto impaciente se levantó y la tomo violentamente por un brazo para llevarla de nuevo hasta la mesa, pero el movimiento fué tan brusco que María no pudo evitar que se cayera la comida al suelo.

__ ¡No te hablé mujer!... ¿Qué acaso no entiendes? Que te sientes... Mira la reguera que hiciste. Ahora por no hacerme caso tu hijito va a tener que comer las sobras que recojas del suelo.

Los amigos de Ruperto no podían disimular su incomodidad, aún así terminaron sus comidas y se despidieron.

__ ¡Compadre!... nosotros mejor nos vamos. La verdad es que ya esta tarde y mañana tenemos que trabajar.

Josiana por su parte, estaba indignada, había perdido el apetito y decidió levantarse de la mesa para ayudar a su madre que estaba inclinada en el suelo tratando de limpiar lo que había tirado por culpa de su marido.

Ruperto era un hombre impredecible, de carácter muy fuerte, María nunca sabia que esperar de él, tantas veces la había golpeado que había perdido la cuenta. Pero no sólo era ella, también sus hijos estaban siendo afectados por esa situación.

Un día sin saberlo María, Luís decidió que Ruperto y él no podían vivir en la misma casa.

Ya se había hecho de noche, aunque era temprano aún, 7:30 PM. aproximadamente y todo parecía en paz en casa de los Díaz.

Josiana había salido a dar una vuelta con unas amigas. Luís estaba duchándose, quizá pensando también en salir un rato. Ruperto, sin camisa y bebiendo anís, encendió el reproductor, empezó a dar brincos y a llamar a María. Esta se encontraba en el cuartito de atrás terminando de planchar la ropa de trabajo de su marido.

__ ¡María, María!... ¡Ven aquí mamita que quiero bailar contigo!

María prefirió ignorarlo, después de todo estaba muy cansada y aún sentía coraje por lo acaecido en el almuerzo.

Ruperto volvió a llamar, esta vez su tono de voz fué más fuerte y violento:

__ ¡Coño María! ¿Qué paso?... Te estoy llamando... ¡Carajo! ¡Es que no me oyes!

María se estremeció, realmente no quería hacerlo enojar, desenchufó la plancha y apago la luz del cuarto para salir. De pronto su cara se encontró con la de su marido, en ella se dibujaba la ira, María no pudo decir ni una palabra, sólo sintió repentinamente en su cuello la fuerte presión de las manos, de golpe le estaban arrancando la vida y ella no entendía por qué.

__ ¡Acaso eres sorda! Sabes que odio que no vengas cuando te llamo... Sabes que odio que me hagan esperar..._

María que no había intentado hacer nada, empezó a palidecer, sus labios se estaban tornando azules, << Luisito, Luisito ayúdame>> pensaba

mientras trataba de safarse inútilmente de su agresor.

Ahora Ruperto la agarró justo por debajo de la barbilla y sosteniendo con la otra mano su hombro la empujo violentamente hacia adentro de la habitación.

Luís había terminado de ducharse y escuchó ruidos del otro lado de la sala. Repentinamente María pudo gritar y Luís dedujo lo que estaba pasando. Esta vez estaba dispuesto a no quedarse de manos cruzadas. Se dirigió a su armario, tomo su bate de aluminio, aquel que le había regalado su padre cuando cumplió 08 años y se dispuso a enfrentar a Ruperto. Maria continuaba luchando por librarse de las manos que la atacaban.

Luisito caminó directamente hasta el cuartico, (como todos le llamaban), su corazón empezó a palpitar con fuerza, y sus manos sudaban excesivamente, tenía miedo, pero no iba a dejar que éste le dominara.

__ ¡Ruperto por favor no me hagas daño! _ chilló María

El cuarto permanecía oscuro, así que ni Ruperto ni María se percataron de la presencia de Luís. Éste al entrar a la habitación pudo ver la silueta de su padrastro que apoyado encima de su madre la estaba estrangulando.

__ ¡¡¡Suéltala!!! __ gritó mientras asestaba un duro golpe sobre la cabeza de Ruperto.



La cara de María estaba ahora salpicada de sangre, Ruperto aflojó un poco la presión de la mano aunque seguía manteniéndola en su cuello.

Luís siguió golpeando insistentemente mientras venían a su mente las imágenes de las innumerables humillaciones y palizas que había tenido que aguantar por tres años, de un patán que ni siquiera era su padre.

__ ¡Basta Luís! ¡Basta!... ¡Ya mi niño ya! __ gritó la mujer mientras se aferraba a su hijo con fuerza.

Las luces de las patrullas de policía y la ambulancia brillaron esa noche en el solar de los Díaz. Los médicos de emergencia no pudieron hacer nada por Ruperto. La causa de su muerte, un traumatismo cerebral severo, quedó asentada en el informe médico junto a la hora del deceso, 8:45 de la noche.
Autora: Aurymar Granadillo.

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