Nuestro Estado Cojedes

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sábado, 28 de noviembre de 2009

Selección de poemas de Eduardo Mariño


Escritor venezolano (San Carlos, Cojedes, 1972). Ha sido coordinador editorial y de literatura del Instituto de Cultura del Estado Cojedes, coordinador de Unidades Técnicas del Museo Casa La Blanquera, y miembro del Consejo de Redacción de la revista Tiriguá. Es funcionario del Ministerio de Educación y Deportes desde 1999. Tiene publicados los libros Del diario de un cautivo (cuentos, Instituto de Cultura del Estado Cojedes, San Carlos, 1994), Por si los dioses mueren (poemas, Círculo de Escritores del estado Cojedes, San Carlos, 1995), Cacería (cuentos, Círculo de Escritores del estado Cojedes, San Carlos, 1999), La vida profana de Evaristo Jiménez (poemas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Caracas, 2002), La salvación por el hastío (cuentos, Fondo Editorial IPAS-ME, Caracas, 2005) y Silvia (novela, Editorial Verbigracia, España, 2005). Textos suyos aparecen en las antologías Nuevas voces (poemas, ICEC, 1993), Sombras que bajan por el río (cuentos, Unellez, 2001) Cuentos de la otredad (cuentos, Unellez, 2004) y en numerosos periódicos y revistas literarias dentro y fuera de su país, como Reverso (Guadalajara, México), Revista Nacional de Cultura (Caracas) y Papel Literario de El Nacional (Caracas). Su obra literaria se ha hecho merecedora del Premio Municipal de Literatura de la Alcaldía de San Carlos en 1994 y 1999 y el Premio Nacional de Poesía "Fernando Paz Castillo" en 2002. En 2001 ganó el III Concurso Nacional de Concursos y Relatos "Misterios Clásicos de la Llanura", organizado por la Unellez, y en 2004 el XII Concurso Anual de Literatura del IPAS-ME. El Centro Nacional del Libro le otorgó a La vida profana de Evaristo Jiménez el Premio Nacional del Libro, mención Creación Literaria, en el año 2003.

A plena luz del día
Soy una simple pregunta y me rompen las tardes de sol. Miro en silencio una sacudida, una trémula cerveza, ardores de humo y humo de ausencia. Eres el cigarrillo necesario en la justicia, el último deseo estremecido. La piel que me arranco a mordidas lleva por tatuaje tu absoluta respuesta.

Bocanada
Un rostro fijo en los años, eterno. Una voz que me adivina la incertidumbre, sacando a relucir viejas cuitas de la mano que protege la mirada. Su veloz incendio es el desolador de toda ternura, de toda intención de beso. Amor que se queda, que no pasa; espiral voluta de humo que va quebrando el reflejo de toda sombra.

De Profundis
Hay quien dice que el poema es como la perla: sudor de heridas, aspereza en la membrana. Deberían ser pescadores en los mares del Sur, evitarían tanto oscuro camino, tanto sórdido acecho.

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