Nuestro Estado Cojedes

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miércoles, 1 de febrero de 2012

POESÍA DEL SUR


GUILLERMO IBÁÑEZ
(Rosario, Argentina - 1949 - )
Guillermo Ibáñez nació en Rosario, Argentina, en 1949.
Ha publicado una veintena de libros de poesía y narrativa y dirigido varias revistas literarias, entre las que por su trascendencia, cabe destacar “Runa” en los 60’y 70’ y “Poesía de Rosario”, que aparece desde los 90’, y se encuentra en www.bibliele.com/interpoe










POEMA DE AMOR


I


Por vos que sos
como brisa de mediodía
compañía de guitarra
silencio de ocaso
como culminación de rito sagrado
constelación que abarca el universo
sombra y agua para el caminante del desierto
vestal en los corredores del infierno
ángel entre las nubes del cielo
que sos como un pequeño río
sin profundidades ni turbulencias
fugaz en la presencia de la piel
eviterna en todas las memorias
aún en aquella de mi muerte
y camino inaugural de la esperanza,




II


Por vos con suspiros de último adios
ligereza de ave y paso de puntillas
mirada de simpatía y de felino
al borde de abalanzarse sobre su presa
con sueños de pájaros y paisajes
temblor de piel vibrátil y sensible
espacio para el mundo en el corazón
y despertar de caricias sobre todos
con cuerpo de ninfa del aire
mirada de amanecer eterno
música de piano en salón barroco
y movimientos de baile como figura de Degas
con manos de viento, de terneza, de refugio
con destino de agua
en el cuenco de las manos de un sediento,




III


con ojos como ilusión de oasis
en la desesperanza de los años
ojos de llamas voraces
cuando iluminas el cuarto
y te derramas hacia mi espera
cuando me atraes con su brillo
y me encierras en tu nombre
ojos como laberintos en los que me interno
aún sabiendo que ninguna Ariadna
quedó con un ovillo para el regreso
porque perderse en vos
es como hallarse a uno mismo
en esa instancia suprema
que alguna vez en la vida
nos ofrece el amor,




IV


Con sexo de gozo y de tormento
sexo de crepúsculo y averno
donde pueda extraviarse
ese caminante innominado de mis días
sexo de periplo desconocido
donde pueda ser
el nuevo argonauta
con mi nave palpitante
sexo memorable
en el presidio del olvido
sexo de elegía después de devorarme
con sexo de flor y de locura
con sexo de fragua perfecta
para procrear
un nuevo humano sin angustias,




V


Con voz de resonancia
en los niveles del aire
voz de calma y de arrullo
voz de brisa
entre las hojas de los árboles
voz de susurro
en la oquedad de la espera
voz de confesión y de plegaria
voz de agua
contra las rocas de la orilla
con voz de grito de libertad
en el exilio de la palabra
y con silencio
de encadenada amante
al que te ama,








ALMANDRADE - ANTONIO LUIS M. ANDRADE(Brasil - 1981 - )


Almandrade, por Antônio Luiz M. Andrade:  É arquiteto, poeta e artista plástico baiano.. Como artista plástico já participou de quatro bienais internacionais em São Paulo, além de várias outras exposições no país e no exterior. Editou em 74 a revista “Semiótica” e, seus poemas procuram dar às palavras intensidade plástica, forma. Publicou os livros “O Sacrifício dos Sentidos”, “Obscuridade do Riso”, “Poemas”, “Suor Noturno,” “Arquitetura de Algodão”. É um dos grandes nomes brasileiros do poema visual.

    Natal

    Uma voz nua
    canta o sentimento
    conversa de natal
    a solidão
    nos contempla
    somos habitados
    pela música
    da noite.

                 

        Noite de Natal

        Atrás da canção
        uma grande lua
        a estrela da festa
        sinos da madrugada
        que ninguém mais
        escuta
        despertam
        lembranças distantes.

 

    Uma foto do Natal

    No ar
    a coreografia
    de uma flauta
    antigas velas
    ainda acesas
    velhas ceias
    em preto e branco
    esperando
    a madrugada
    e a festa
    ...
    O natal se arrasta
    Lentamente. 

LA CONTINUIDAD DE LOS PARQUES - JULIO CORTÁZAR. (Cortesía de LetrasKiltras)



Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regre-saba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda aca-riciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómoda-mente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los venta-nales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los hé-roes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último en-cuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía ape-nas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las pala-bras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Na-die en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
SOBRE EL AUTOR.


¿Qué es un mago?


"Demasiada gente habla de magia sin saber lo que es un mago. Un
verdadero mago es un creador que posee ante todo una ciencia.
Pero esta ciencia debe también ser sostenida y vivificada por el
amor. En este momento, las palabras que pronuncia son
verdaderamente palabras mágicas, porque están llenas de esta
luz y de este amor que las hacen ser poderosas hasta el punto de
gobernar sobre la materia. La palabra sólo puede ser creadora,
sólo puede actuar sobre la materia para modelarla, si está
llena de amor y de luz.
Cada criatura de Dios tiene la posibilidad de poseer un día
esta palabra mágica. Así pues, si también vosotros trabajáis
con la luz y el amor, vuestras palabras producirán efectos en
toda la creación, en el mundo visible y en el mundo invisible:
pondrán en marcha no sólo a los humanos, sino también a los
espíritus de los cuatro elementos, los ángeles, los arcángeles
y las divinidades."
Omraam Mikhaël Aïvanhov