Nuestro Estado Cojedes

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domingo, 14 de febrero de 2010

Cuentos de Los Malabares. (Samuel Omar Sánchez-Cojedes)

EL  AHORCADO  DEL  CANAL
Esto le sucedió a un personaje de la barriada Los
Malabares. Su nombre era José Domingo Míreles,
(cotejo o mingo), el hijo de la señora Aleja de Mireles y
Don Jorge Mireles, ambos fallecidos.
Quien no conoció al Mingo, tan pintoresco como
él no hay, muy servicial con la gente y amigo de los
amigos, así era. Como corría… en la barriada nadie
le ganaba corriendo los 100 metros planos, él era
rematador del equipo de atletismo de la Escuela “Iginio
Morales”, y muchas victorias lograron bajo la tutela del
entrenador  Reyes Franco,
El Mingo, era un deportista, le gustaba el atletismo,
el fútbol, el béisbol y hasta el ciclismo, después con el
paso del tiempo dejó de practicar cualquier deporte.
Siempre andaba con sus hermanos: El negro, El
baby y El chingo, se iban a tomar a cualquier botiquín
y si tenia patio de bolas mejor,  porque eran buenos
jugadores. Mingo era buen bochador y  arrimador,
cómo peleaba el carajo… se fajaba a puño limpio con
cualquiera y si estaban jodiendo a algún amigo o
conocido de la barriada Los Malabares, lo defendía, por
eso era amigo de los amigos.
En una de esas correrías de Mingo, salió con sus
hermanos a tomar unas cervezas y divertirse, anduvieron
por el 23 de Enero, Las Tejitas, Las Lajitas y remataron
en el Aeropuerto.  Estaban en el bar “Tu y Yo”. A eso de
la 1 de la mañana, dice El chingo: “hermanos vámonos”,
le responde El mingo, con su gageo característico, “mi-
re-mi-ji-tos  si  qui-eren, se van us-te-des, pero yo me quedo
aquí un rato más”, y se daba palmadas en los bolsillos,
diciendo aquí tengo plata para seguir tomando, los tres
hermanos trataron de convencerlo y nada.
Se despidieron de él, “Mingo, ten cuidado al llegar
los mangos del canal, tu sabes que allí asustan”, responde
Mingo, “no mijo, a mí no me asustan esos cuentos”.
Se vinieron los hermanos y Mingo se quedó tomando
con otras personas que estaban allí. Aproximadamente
a la 1 y media de la madrugada, cuando decide venirse
para la casa en Los Malabares, venía más prendido que
arbolito de navidad.
Al llegar a la casa de los Quiñones, Mingo se
recordó de lo que le habían dicho sus hermanos, sintió
un poco de miedo y más al cruzar, ver los palos de
mango que estaban en frente del canal, nada más al
pensar que tenía que pasar por el pequeño puente, se le
erizaba la piel.
En ese instante se oye el ave nocturna que le
dicen el “chupa hueso”, que es de mal agüero, dice la
creencia anuncia muerte. Ahí Mingo si se asustó, en ese
momento la luna se esconde detrás de unas nubes y la
noche se puso sombría, metía miedo.
Aparece una fuerte brisa que mueve las ramas de
las matas de mango, era tan fría que Mingo sintió que
se le helaba todo el cuerpo, los pelos del cuerpo se le
erizaron, parecía un gallo grifo espelucado y empezó a
titiritar de frío.
En ese momento ve una sombra en una de las ramas
que se movía entre los palos, alcanza a ver que era como
un enano y el rabo era una cola, era de color negro, era
peludo pero en su cabeza resaltaban dos orejas largas
puntiaguda, era como un vampiro, y Mingo se asusta
al ver ese espanto.

 
Siente el latido de un perro, voltea para todos lados
a ver de donde salió y cuando mira ahí si se chorrea del
miedo, vio aparecer un hombre colgado de un mecate,
que se movía entre las ramas, le alcanza a ver la lengua
que le salía como una corbata y le llegaba hasta el suelo.
Mingo está como se dice cagado de miedo, tanto fue
que hasta se orinó en los pantalones, tartamudeaba
diciendo  Dio-si-to, sál-vame de-este espan-to, que-estoy
muerto de mie-do.
Da un mal paso y cae al canal y para buena suerte
de Mingo, no cae para el lado de la chorrera, si no para
el otro lado.

 
Ahí si la rasca se le quita al pobre Mingo, como pudo
salio del canal y aún estaba el ahorcado en el mismo
sitio, trató de correr y las piernas no le respondieron,
estaba como clavado en el suelo, el aire se impregno
de azufre.


El miedo lo agarró por completo, ya la rasca
no la tenía, intentó rezar pero no pudo, ni siquiera un

carro pasaba por ahí, la noche de verdad metía miedo,
el enano empezó a reírse, justamente son las 2 de la
mañana y se oye el primer canto del gallo: Tres veces
cantó. Ahí vuelve a aparecer una fuerte brisa y cuando
ve el Mingo, los espantos habían desaparecido, hasta del
olor del azufre no quedaba nada.

 
Como pudo se levantó del suelo, se persignó y
les dio las gracias a Dios y al gallo, porque lo habían
salvado de ese espanto, sino quien sabe lo que le hubiera
pasado. Entonces le volvió el color a la cara, porque
estaba pálido por el miedo y hasta los pelos de la cabeza
ya no los tenía, agarró fuerza y pegó una carrera hasta
que llegó a su casa.
Aún estaba asustado y no podía abrir la puerta de
la vivienda, en ese momento se levanta Doña Aleja, le
abre la puerta y le pregunta ¿Qué te pasó?, el responde,
“Mamá, me acaba de salir el ahorcado del canal”.
Así se corrió por toda la barriada Los Malabares, de
cómo asustó a Mingo el ahorcado del canal, ese mismo
espanto que a más de uno le ha salido.

(Tomado del libro: Cuentos de los Malabares, publicado por la Imprenta Regional Cojedes en 2009) 

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