Nuestro Estado Cojedes

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viernes, 15 de enero de 2010

NARRATIVA COJEDEÑA: CRISANTO DE JOSÉ DANIEL SUAREZ HERMOSO



Deambulaba Encarnación Contreras en la plazoleta menuda de su barrio, ingeniándoselas para salir al paso de una nueva interferencia, nunca quiso ser como fueron con él, criado por su abuela materna desde su nacimiento, en un bosque cualquiera del llano de Crisanto. Sus palabras fluían en dos mundos, uno imaginario y otro real. Golpeaba su huesudo pecho para secarse las ansias de pobreza que agobiaba su camino y se interrogaba. (De cambiar esta maldita vida; Irene, los niños, Caracas...) Pensaba y pensaba, pero fue la urbe quien le mostró la otra cara de la moneda, algunas extrañas para él. Ahora dependía exclusivamente de la generosidad de Rauseo Linares, persona predominante del Barrio Cementerio y dueño del destino de centenares de personas.
Nacieron en la misma población y tenerlo de compadre ofrecía sus ventajas. (Compadre, vengo para que me ayude. Yo sabía que no me fallaría, es usted un santo. ¿Que no me va a prestar plata, y cómo quiere que viva?). Y entonces Encarnación Contreras se introdujo en el mundo mágico de su compadre, Don Rauseo Linares.
Desde ese mismo día de su unión, tomó su vida un cambio vertiginoso, tan diferente que la gente comenzó a llamarles La Corte India. Desaparecieron sin dejar rastro, pasaron a un plano más elevado, debido a sus estudios sobre la vida y la muerte. (Compadre, repítame eso de los espíritus, no comprendo nada. Lo que debo hacer es leer y tener asesor. Bueno, yo cuento con usted). Crisanto era un pueblo, o mejor dicho, un punto perdido en la inmensidad de la llanura, corroído por lo antiguo y lleno de los más enigmáticos misterios. Una tarde de invierno, cuando el crepúsculo lejano se internaba entre las espesas y oscuras mantas de la noche, Encarnación Contreras, ataviado de batas coloridas y puras hacía su llegada. Su vida había dado un vuelco completo, como lo quiso.

Y desde ahora se enfrentaba a un reto insalvable, revivir las creencias perdidas del evangelio. (Compadre, llevo un mes practicando, quiero comenzar ahora, he ampliado mis conocimientos y es nuevo mi vocabulario, estoy preparado para ser santo, porque eso se aprende ¿verdad?).

Calienta la estrella dorada el lento camino del ciempiés humano. A lo lejos del follaje, escondido entre las plantas y árboles antiguos, se yergue majestuoso ante los adoradores e inocentes el Imperio de Hecheman, “El Brujo de Crisanto”, creador de los imperios de los dominios de Dios e hijo de los sublimes poderes celestiales. “¿Qué tiene la hermana?, diabetes, esa es una pequeñez para el supremo poder de Dios, el de los cielos, quien ha dejado en mis manos el poder curativo de los males. Zaaas, sal de aquí Satanás, te lo ordena Hecheman y deja la vida de la hermana en paz, soy el creador de los imperios del señor. “Y así por arte de la persuasión otro creyente era liberado del padecimiento. Las personas curadas por él semejaban en cantidad al mismo Monte Everest, creciendo su fama en cada rincón del Universo. Los fieles dejaban una limosna en la pequeña gran caja, para honrar la memoria de Dios. (¡Que pueblo más bello éste, compadre!, es el predilecto para nuestra misión, creo que triunfaremos; bueno, usted no ha creído en derrotas; deme fuerzas para salvar todo tipo de inconvenientes y así aguantar esta nueva etapa en mi existencia. Me sentiría mejor si Irene y los niños estuvieran conmigo, pero no importa sé que debo mantenerme soltero, los Dioses son puros y no se unen en matrimonio con mortales y desde hoy seré inmortal, por la gloria del señor: De todas formas serán muchos los días que estaré alejado de ellos y me duele hacerlo. El pequeño Rauseo, el que Irene y yo, luego de estar pensando tanto en Dios y usted, que son la misma persona, decidimos ponerle su nombre. Casi no pude verlo, y si no regresamos en mucho tiempo, quizás cuando lo haga no quiera reconocerme como su padre). “Tienen que creer en Dios...” Y con estas palabras se introducía en el fantástico mundo sagrado. Las personas del campo y la ciudad así como los extranjeros, cegaban sus ojos tras las palabras de Hecheman “El Brujo de Crisanto”. La estrella dorada restregaba sus lanzas sobre pieles curtidas de los árboles humanos, y el sofocante viento se esparce con su colorido transparente a través del espacio de puntos lejanos. Fuerte y amargo el camino de la muralla humanizada extendida desde Crisanto hasta la lejanísima población de Pariaguán. Solamente el principio y el fin de los pueblos.


Mil setecientas cincuenta y ocho leguas de cariño; el animal viviente nunca imaginado por creyente alguno, bañaba los estados llaneros. Era como si la muerte los azotara a todos. Millones de personas confiaban sólo en el hombre emisario de la eternidad, podía hurgar entre sus males y saltar a flote de sus ojos la curación milagrosa.

El día de su arribo, Crisanto se debatía entre la vida y la muerte, y los fantasmas del pasado seguían rondando los escondrijos de la que fue la casa de Raimundo Linares y Manuela, la hija de una esclava que llegó junto a su madre en una barcaza de paletas al mando del pirata Watson, vino al Caribe en busca de fortuna y un error de cálculo lo hizo internarse en pleno llano. Cuentan los que aún viven, que en noches de eterna oscuridad, el horizonte dormido deja ver la embarcación como una aparición, para marcar con el signo de la muerte quien ose mirarla. Manuela le invitó a salir del pueblo y olvidarlo todo, pero el amor a la aventura la obliga a seguir conociendo el por qué de ellos eran los descendientes más jóvenes de Crisanto. En aquellos lejanos años, cuando la gente viajaba por caminos pedregosos y los senderos eran escasos, llegó a Crisanto un ventarrón llevándose a las mujeres en su cola, sólo los niños y hombres ancianos hoy, se quedaron para echar el cuento recostados de las paredes de las casas derruidas, a la puerta de un nuevo huracán mayor, que se los lleve con sus recuerdos. Por esos días hicieron su aparición a Crisanto, seguida de fiestas y placeres, para engalanar la llegada del hombre supremo. Un pueblo olvidado por el Coronel Martinica, que junto a sus zagaletones se lo entregó a las fuerzas del gobierno conformándose con hacer la guerra en otros lugares menos peligrosos. El baúl estaba por reventar de lo pesado y era sustituido por uno nuevo, para ser arrojadas en él, las monedas para honrar la memoria de Dios, no importa como se roba, si es por una causa justa. Hecheman “El Brujo de Crisanto” era el señor en potencia convertido hombre para el beneficio de sus hijos, ni el Coronel Martínica, de estar por ahí, le hubiera hecho la guerra. La oscuridad era bañada por escasas estrellas: Parecían monedas arrojadas al espacio, pero ella no cansaba a Hecheman, durante meses curó males sin descanso. Dicen sus devotos que el culto creció desmesuradamente: fue necesario eregir estatuas en su nombre, se imprimieron calcomanías, franelas, llaveros y el Gobierno para calmar la euforia colectiva, editó una estampilla de cien bolívares, condecorándolo, además, con la Orden del Gran Mariscal Patriota. Un grupo de personas curadas por él, fundaron un pueblo a pocos kilómetros de Crisanto bajo el más enigmático de los credos. Argumentan también quienes se encargaron de recordarles, y de escribir sus supuestas memorias, que un intruso no creyente de poder sobre la vida y la muerte, trató de bufarlo, haciéndose pasar por un lisiado. Hecheman indignado con él, lo mantuvo por espacio de tres días en una muerte absoluta, demostrando su privilegio mando. Desde ese mismo día, es el encargado de dar noticia a cada milagro, con una inmensa campana de plata atada a su velludo pecho.

Haciéndola sonar con amor desbordante, glorificando la imagen de su amo. Alejando los burlones así para siempre de sus dominios. Nadie llegó jamás a dudar de su suprema autoridad entre los Dioses. (Compadre, es usted vividor aunque trate de ocultármelo. Ya sé que se debe su triunfo en el destino de los demás). Rauseo Linares “El Conde Ranchero”, no conocía su propio origen, confundía si provenía de Crisanto o de un pueblo más hostil. A diferencia de Encarnación Contreras, él fue criado por sus padres Raimundo Linares y Manuela, quien le dejó como única herencia, un crucifijo de esclavo que le guiaría en sus propósitos. Lo de Rauseo proviene de su abuelo. Guerrero incansable en las luchas emancipadoras; la más importante donde fue condecorado al dar muerte al Gran General de la Revolución. Aunque los historiadores pretenden hacer creer este pasaje de la historia como hecho por un oscuro sacerdote de quien no se supo su nombre. Al pie de una iglesia, cuando las tropas tomaban el pueblo por sorpresa. Rauseo Linares le latía el corazón como trote de caballo, sus escasos vellos se le erizaron y más por el miedo que su heroísmo, su arma se disparó en un blanco certero que instantáneamente segó la vida del líder invencible en la suerte de las armas. A la llegada de los soldados, los cascos se hundían fieramente contra el duro y seco suelo levantando una polvadera que cegaba a todos. Se estremecieron las paredes y los diversos jefes militares desaparecieron por uno de los túneles que comunicaban el pueblo hasta las afueras del Mundo; Rauseo Linares atentó a la desesperación colectiva de vivir en la ciudad feliz se le ocurrió la idea de crear una urbanización de ranchos y depender del alquiler de ellos. Ya Hecheman no se interesaba por estos asuntos. Rauseo Linares con su cuerpo sudoroso se dedicaba a tiempo completo a sus nuevas tareas divinas. La piel blanca y tostada por el sol, el miedo igualmente triste se repetía como una herencia incurable.

Trataba de lograr en Crisanto el éxito de su abuelo, ser el nuevo caudillo; su crucifijo de esclavo reflejaba la luz del cielo como una estrella de triunfo. Años después todos se preguntaron si Hecheman “El Brujo de Crisanto” fue Rauseo Linares o su compadre Encarnación Contreras, la diversidad de trabas e inventos para llegar a donde se atrevieron se le deben a él. En su hermetismo se conocía más la vida de los hombres que la suya. (Compadre, esa gente se cree las palabras que digo, es algo arriesgado, no piensa usted, claro Hecheman el supremo, nos protege. Los creyentes no vieron mal a Hecheman, según las escrituras, lo enviaron para cuidar los hijos del señor del infierno creado por los hombres de poco credo.

Encarnación Contreras perdió para siempre su identidad en Supremo de cuerpo y alma en la tierra. Rauseo Linares lo preparó todo tan bien conociéndose a todos los santos buenos y malos entremezclándolos en una nueva religión la más renovada y fresca, atrapando a propios y extraños. Se sentía un verdadero conocedor de hechicería y sus recetas las vendía él. De paso sus entradas eran dobles.

Su imperio se hizo indestructible. (María Lionza es la verdadera reina de los cielos, ella vendrá en pocos días a unirse en matrimonio con Hecheman, su Dios). Y fue creado el matrimonio de Hecheman y María Lionza, siendo cortejado por una legión de treinta Cardenales, más de cien Arzobispos y Obispos del mundo entero, Rabinos, Chamanes y representantes de todas las religiones del Universo.

El Papa vino invitado especialmente para oficiar la ceremonia. Hasta aquel grado llegó el atrevimiento de ambos. Mandó en la vida de las personas que osaron pedir su ayuda en la verde cara del pueblo.

(Compadre, se nos está poniendo largo el regreso). Y se hizo largo, los años se fueron y Encarnación Contreras no pudo conocer la otra cara de la vida, Crisanto se envolvió en ellos para siempre
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(Cortesía de Isaías Medina López)

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